Por: @OrlandoGoncal
Colombia realizó la primera vuelta electoral; la quinta elección desde que se firmó la Paz. Esta vez hubo varias sorpresas. La primera, subió el nivel de participación del 53.4% al54,91%, una clara señal de que la Paz, con todos sus tropiezos, está haciendo su labor, devolviéndole tranquilidad al ciudadano en los territorios del país.
Otra de las grandes sorpresas fue la decisión de casi seis millones de colombianos eligiendo a Rodolfo Hernández a la segunda vuelta, para competir con Gustavo Petro, quien obtuvo algo más de 8,5 millones de votos.
Con la elección de estos dos personajes los colombianos patearon el tablero, dijeron no más de los mismos de todo aquello que representa al establecimiento, pues el 70% votó por un cambio drástico, inédito, e incierto.
Fue tal el golpe al tablero que, Petro, quien se consideraba casi seguro ganador de la primera y segunda vuelta, ahora, ya no lo es tanto, pues, de tener en alto la bandera del cambio, Hernández se la rasga y se queda un pedazo, con lo cual, esa bandera pierde valor como diferenciador e identificador para los candidatos en disputa.
Gustavo Petro desde el año pasado venia liderando las encuestas, y su crecimiento si bien era lento, también era sólido, pero, ante el nuevo escenario planteado para segunda vuelta, se activa el rechazo que genera. Sonmás de 20 años en política presentándose como el antisistema, el cambio, confrontando a gran parte de las fuerzas políticas, y ese desgaste y rechazo ahora podría jugarle en contra.
Por su parte, Hernández logra llegar con una campaña que sintonizó con el malestar, la rabia, la frustración de una parte importante de los colombianos, y que, a través de mensajes,en ocasiones groseros, estigmatizantes, descalificadores contra la clase política,señalándolos de ladrones, vagabundos, corruptos, drogadictos, prostitutas; sumado a propuestas simples, que suenan bonito, y que estimulan el deseo de venganza de muchos electores contra la clase política, -cerrar y vender edificaciones de las embajadas, quitarles los vehículos, teléfonos y asistentes a los parlamentarios, eliminar el café en las oficinas públicas, etc.- Hernández logra conectar con esa masa furiosa que ya no tiene esperanzas de un futuro mejor, pero que desea ver a esa clase política que, como dice mi amigo Raniero Cassoni, “lo mismo de siempre y a los mismos de siempre” desplazada y castigada por el héroe salvador del pueblo, el único que siente y piensa como ellos.
En el fondo, la campaña de Hernández no es una gran novedad, solo basta recordar a Trump, a Bolsonaro, al partido Vox en España, a Chega en Portugal, quienes hicieron lo mismo, usaron la indignación de la gente para sacar rédito político, sin importarles si esa táctica a la larga generaba desgaste a las democracias, fracturaba a las sociedades hiperpolarizándolas y peor aún, en muchos casos llevando a estas sociedades a nuevos niveles de frustración.
En el caso de Colombia, Hernández tiene mucho para crecer, porque tiene un corto historial político y es poco conocido.Adicionalmente, puede aglutinar a un inmenso espectro de gente que quiere cambio, pero no con Petro; puede unificar a los antipetristas y otra parte le apoyará por ser “capitalista” y anti izquierda.
En todo caso hay algunas enseñanzas que esta primera vuelta nos deja que valdría la pena considerar para futuras campañas:
1. Las elecciones se tratan de los electores, no de los candidatos, por lo tanto, la estéril pelea entre candidatos no tiene sentido.
2. Los candidatos deben, por lo tanto, centrar toda su comunicación en los sentimientos, anhelos de los electores, identificarse auténticamente con esos sentimientos y ofrecer respuestas a los mismos.
3. La disciplina del mensaje se vuelve cada vez más importante. Esto no solo significa repetir y repetir el mensaje, significa estar en sintonía permanente a través del mensaje, con los sentimientos de los ciudadanos.
4. Las redes sociales cada día cobran más relevancia en las campañas, pero redes con estrategia, con planificación y, sobre todo, con improvisaciones planificadas.
5. Las maquinarias van perdiendo eficiencia pues se han vuelto estructuras rígidas, simplemente electoreras y activadas al momento de la elección. Para hacerlas competentes, además de prepáralas con antelación, hay que motivarlas, involucrarlas en las causas, que se vuelvan un contingente estimulado, pero,sobre todo, convencidos de la causa que llevan adelante.
6. Los ciudadanos cada vez están más decepcionados del sistema democrático y de los dirigentes políticos. Seguir haciendo lo mismo de siempre, con los mismos será más costoso y generará menos resultados. Para renovarse deben integrar sangre nueva a los procesos democráticos y,sobre todo, tener la capacidad de dialogar de manera franca y honesta con los ciudadanos.
7. Quizás la lección más importante es que,la estrategia del contraste funcionó muy bien, pero, recurrir al discurso del odio, de la estigmatización y descalificación constante, puede haber funcionado hoy para obtener beneficios electorales inmediatos, pero, deja a la sociedad fracturada y dividida.
Colombia está en un momento histórico, en un punto de inflexión, de alta volatilidad e incertidumbre, con desafíos enormes que están evolucionando rápidamente, sumado a los grandes problemas globales como el cambio climático, el narcotráfico, la esclavitud y trata de personas, la violencia de género, seguridad alimentaria, falta de educación, migración, racismo, inseguridad, falta de oportunidades económicas, desempleo, aumento de la desigualdad social, así que,haber pateado el tablero, es quizás una consecuencia de todo esto, pero, la pregunta que surge es, ¿si patear el tablero es la alternativa?
Esperemos que el 19 de junio, los colombianos elijan lo mejor para ellos, para Colombia y para la democracia.