Por: @OrlandoGoncal
Los discursos radicales, estigmatizantes, incendiarios e hiperpolarizantes han sido protagonistas durante al menos dos décadas. Quienes adoptaron esta estrategia, en su mayoría lograron éxitos electorales, aunque con ello les hacían un gran daño a las democracias.
Parecía que nada importaba, solamente ganar, a toda costa y a cualquier costo, y esta estrategia de dividir a la sociedad les permitía a esos líderes acceder al poder con menos votos, pues con esa clase de discursos incendiarios, lograban un triple efecto. Primero hacerse de una legión de fanáticos, es decir,un segmento de la población que se sentía identificado con ese tipo de discursos que exacerbaban los sentimientos negativos de rabia, frustración y venganza hacia el sistema, y que defendían a capa y espada cualquier mensaje de su líder, sin importar que este fuera mentira, engañoso o dudoso.
Por otra parte, quienes se oponían, caían en la misma dinámica de fanatizarse en contra de los anteriores, pero también eran fanáticos, al fin y al cabo, con lo cual venia el tercer efecto, un porcentaje importante de la sociedad se abstiene, se retira de la discusión y el debate público, se aparta e inmoviliza, con lo cual le dejan el camino libre a los grupos de fanáticos.
Los resultados de las elecciones de medio periodo de los EE.UU parece ser un indicador de que esa estrategia de hiperpolarizar, dividir y estigmatizar ya no tiene el mismo poder que años atrás.
Varios de los candidatos apoyados por el señor Trump no lograron ganar sus elecciones y los resultados obtenidos por el partido republicano fueron muy pobres, pues no lograron el control del senado y tienen un precario y débil control de la cámara de representantes.
Esto ha llevado a varios políticos republicanos a advertir que Trump no debe ser la opción, y como si fuera poco, los medios que fueron sus mayores propagandistas en el pasado le han dado la espalda.
Este movimiento dentro del partido Republicano insiste en recordar la incapacidad del señor Trump para derogar las reformas sanitarias de Barack Obama, así como también sus reiteradas promesas de inversión en infraestructura, la cual nunca se concretaron, así mismo recuerdan el manejo de Trump de la pandemia de coronavirus, lo cual podría exponerlo a ataques desde múltiples frentes.
Trump es un personaje ampliamente conocido,pero se encuentra en un momento de baja popularidad en todo el país. Sus múltiples líos con la justicia en que actualmente se defiende de una investigación criminal por manipulación de elecciones en Georgia, un caso de fraude civil contra su imperio empresarial en Nueva York, una demanda por difamación que involucra una acusación de agresión sexual, así como investigaciones federales sobre su papel en el ataque al Capitolio y su manejo de material clasificado después de haber sido presidente, y ahora la Corte Suprema allana el camino para la entrega de las declaraciones de impuestos del expresidente Trump a un comité del Congreso después de una lucha legal de tres años.
Toda estas situaciones y los pobres resultados electorales obtenidos por candidatos respaldados por el señor Trump se vieron reflejados en una encuesta de la NBC que se realizó en septiembre entre personas registradas para votar, en la cual, un 34% de los consultados tenía una imagen positiva de Trump, frente a un 54% que tenía una imagen negativa.
Por otra parte, otros sondeos indican que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien es un ex aliado de Trump, y fue el “gran vencedor” del Partido Republicano en las elecciones de mitad de mandato, le podría sacar una ventaja significativa en las primariassi ambos compitieran.
Aun correrá mucha agua bajo el puente, pues las elecciones serán en noviembre de 2024 y previo a ellas habrá elecciones primarias en ambos partidos, pero es claro que el expresidente Trump no esta en su mejor momento, igual que no lo están los discursos radicales, estigmatizantes, incendiarios e hiperpolarizantes, los cuales parecen irse apagando.
Esperemos que, por el bien de las democracias, así sea, que la hiperpolarización se vaya apagando y resurjan los debates de altura, centrados en los problemas ciudadanos, que motiven a los ciudadanos a participar, a ser más activos en política y que las democracias entren en la era de solventar y dar respuestas a las demandas ciudadanas.