Por: @OrlandoGoncal
Desde hace varios años el comportamiento de las sociedades ante los eventos electorales viene cambiando, sin embargo, parece que algunos líderes políticos no terminan de entender tales cambios. Solo basta visualizar la evolución que las sociedades han tenido en los últimos 30 años es superior a los avances que se habían logrado en los dos siglos anteriores.
Por ello, de manera reiterada hemos afirmado que -no estamos en una era de cambios, estamos en un cambio de Era- y eso es mucho más profundo y radical; razón por la cual observamos muchas transformaciones a altas velocidades, escenarios más volátiles, cambiantes e inesperados. Y si a ello le sumamos los efectos que aún perduran de la pandemia, todo está cambiando, desde la manera de hacer negocios, comunicarnos y, por supuesto, la forma como nos interrelacionamos. Situación que, como hemos afirmado en otras oportunidades, no es ajena a la comunicación política.
Si a lo anterior se le agregan los discursos hiperpolarizantes, estigmatizantes, de división y exclusión de algunos pseudos líderes que hacen uso de la manipulación de los sentimientos negativos de una parte de la población para exacerbar los sentimientos de rabia y frustración contra los gobiernos y las instituciones estatales, entonces se tienen los escenarios tan convulsos que se observan en muchos de los países de la región.
Algunos estudios de opinión, entre ellos Latinobarómetro, señalan que cerca del 80% de la población de Latinoamérica tiene la percepción de que sus países están siendo gobernados por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio, por lo que estos pseudos líderes encuentran eco y respaldo para sus ideas.
Todo lo anterior ha llevado a que se forme un círculo vicioso donde el ciudadano rechaza a los políticos y a la política, y a su vez, los pseudos políticos se alejan de los ciudadanos, puesto que, estos últimos tienen claro que logran sus objetivos con menos esfuerzo en la medida que las sociedades estén más divididas, fragmentadas y alejadas de la política; y para muestra solo falta detallar cómo los últimos presidentes de la región son electos cada vez por menos electores. Por ejemplo, al contabilizar el 100% de los electores -es decir, todos los que tienen derecho a elegir, hayan votado o no- se ve como el presidente Alberto Fernández en la Argentina, fue electo por apenas el 38% del total de los electores, es decir, 6 de cada 10 no le votaron.
Casos similares se ven con López Obrador, en México, quien fue electo por el 33% de los lectores; o Luis Abinader, en la República Dominicana, con el 28%; o Nayib Bukele, en El Salvador, con el 27%; o Laurentino Cortizo, en Panamá, con el 25%.
Adicionalmente, varios estudios, de distintas instituciones y/u organizaciones internacionales dan cuenta que los estragos de la pandemia sobre la salud mental de buena parte de la población, donde la depresión y la ansiedad representan hasta la mitad de los casos de los trastornos mentales de la población -fundamentalmente en jóvenes y adolescentes-, donde, según la Unicef,10 adolescentes se suicidan diariamente.
Es claro que las sociedades están cambiando, y que rasgos de la personalidad como el neuroticismo, la extroversión, la apertura, la amabilidad y la escrupulosidad de los ciudadanos se han visto alterados de manera importante post pandemia.
Sin embargo, cuando observamos el comportamiento y la manera de actuar e interactuar de los líderes -ya no solo políticos, sino de cualquier índole- y fundamentalmente su manera de comunicar, es claro que siguen desconectados, sin entender que todo ha cambiado.
Centrándonos en los líderes políticos, muchos de ellos continúan usando las mismas viejas tácticas de la política tradicional, sin comprender que no se lograran resultados distintos haciendo lo mismo de siempre; y peor aún, muchos se niegan a ver y entender esta realidad, colocándose entonces como líderes ecpáticos, desconectados y disociados de la realidad. Sin embargo, si solo se dedicaran a escuchar activamente a la población, si se dieran cuenta de que los ciudadanos hoy día trabajan más y ganas menos, que la incertidumbre que generó la pandemia no ha desaparecido, que estos no logran visualizar un futuro esperanzador para ellos y sus familias; si se pusieran en la piel de lo que siente, viven y padecen buena parte de la población, si se pusieran al lado de ellos y respaldaran las causas ciudadanas y dejaran de estar ensimismados, seguramente lograrían revertir ese desafecto y desconfianza que les tienen ese gran grueso de la población. Pero, realmente parece que no hay capacidad de comprensión ni empatía para entender la realidad actual; y eso los llevará a tener resultados pobres o quizás no lograr alcanzar sus metas.
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